En este tiempo de dolor e incertidumbre para nuestro país les comparto este capítulo de Max Lucado que nos lleva a recordar la base de nuestra esperanza en este mundo.
------------------------------------------------------------------(Max Lucado- Sobre el yunque)
Cristo emergió del túnel de la muerte con el puño triunfante levantado al cielo y libertó a todos del temor de la muerte.
Contuvimos el aliento al verlo desaparecer por el túnel. Éramos cinco muchachos vigorosos. Estábamos de vacaciones, por lo que sacamos nuestra atención de la escuela y la pusimos en el terreno baldío cerca de casa. La tierra chata de Texas era un perfecto territorio para nuestras aventuras de verano.
Ese dá en particular parecía que la atención del mundo entero estaba centrada en ese túnel. Habíamos cavado una zanja alrededor de un metro de ancho y un metro veinte de largo que atravesaba el terreno. Para darle el aspecto de un túnel lo cubrimos con varias tablas y una gruesa capa de tierra. Le camuflamos la entrada y la salida con plantas trepadoras, maleza.
¡ Y ahí mismo!...teníamos un túnel subterráneo. Estaba listo para entretener a todo el vecindario mientras jugaban a los indios, escapaban de la esclavitud e invadían Normandía.
Ese día íbamos a probar el túnel. ¿Sería lo suficientemente fuerte?¿Tendría la medida necesaria?¿Se vendría abajo?¿Sería muy largo? La única manera de averiguarlo era mandando a un voluntario para que entrara primero. (Aquí me falla la memoria, pero creo que fue mi hermano quien estuvo de acuerdo en entrar a probar el túnel)
Fue un momento de tensión, los cinco nos paramos solemnemente, vestidos con nuestras camisetas y jeans. Le dimos las últimas palabras de aliento, le palmeamos la espalda (admirábamos su sacrificio). Nos quedamos callados mientras el decididamente se ponía en cuatro patas y desaparecía por el agujero. Contuvimos el aliento mientras veíamos las suelas de sus zapatillas desaparecer en la oscuridad. Nadie habló mientras esperábamos. El único ruido era el alarido de nuestros jóvenes corazones. Nuestros ojos estaban clavados en la salida del túnel.
Finalmente, después de habar muerto miles de veces, la rubia cabeza de mi hermano salió del otro lado. Recuero aún su puño victorioso, conduciendo al grupo y gritando: “¡no hay nada! ¡No tengan miedo!” ¿Y quién podría haber discutido al verlo sano y salvo saltando delante de la salida del túnel? ¡Todos nos metimos!
Hay algo acerca del testimonio personal que nos da valor: cuando vemos a alguien emerger del túnel oscuro que presenta la vida, nos damos cuenta que también nosotros podemos vencer. ¿Será por esto que Jesús es el pionero?¿Será esta una de las razones por las cuales el consintió en entrar en las horrendas cámaras de la muerte? Puede ser. Sus palabras, aunque persuasivas, no eran suficientes. Sus promesas, aunque ciertas, no podía acallar los temores de la gente.
Sus acciones, hasta el hecho de sacar a Lázaro de la tumba, no convenció a las multitudes de que no había que temer a la muerte. No, ante los ojos de la humanidad, la muerte todavía era el negro velo que los separaba de la alegría. No había victoria sobre este encubierto enemigo. Su fétido hedor penetraba en las narices de todos los humanos, convenciéndolos que la vida se acababa abruptamente y sin sentido.
Se dejó que el Hijo de Dios descorriera el velo de la verdadera naturaleza de su fuerza. Eso sucedió en la cruz. Cristo pidió las credenciales de Satanás. Hastiado de ver cómo la humanidad era ridiculizada, entró al túnel de la muerye para demostrar qie allí verdaderamente había una salida. Y mientras el mundo se oscurecía, la creación contenía el aliento.
Satanás lanzó su mejor trompada, pero no fue suficiente. Hasta las cámaras del Hades no pudieron detenerlo. Legiones de aullantes demonios no pudieron hacer nada en contra del León de Judá.
Cristo emergió del túnel de la muerte con el puño triunfante levantado al cielo y libertó a todos del temor de la muerte.
“¡ La muerte ha sido sorbida en victoria!”
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